
Mi nombre es Nancy Bedón. Soy presidenta de la Unión de Organizaciones Campesinas de Esmeraldas (UOCE), nuestra sede está ubicada en la comunidad Abdón Calderón de Atacames.
¿Cómo están viviendo la pandemia del coronavirus?
Nosotros en Esmeraldas estamos viviendo esta situación para la cual nunca nadie nos preparó. La gente está muy preocupada porque la mayoría de familiares ha migrado a la ciudad, sobre todo a Guayaquil. Muchos compañeros tienen hijos y hermanos allá, eso les tiene absolutamente preocupados. En relación al campo y la ruralidad
donde estamos nosotros viviendo, lo que hemos hecho es encerrarnos. Sin embargo, queremos que nuestras familias regresen de las ciudades. Pero al mismo tiempo, nos preocupa mirar que la gente llega sin ningún control, porque tenemos miedo de contraer el virus y somos conscientes que no tenemos un sistema de salud que pueda responder si esto se empeora.
Desde que llegó la pandemia, ¿Qué ha cambiado en la vida de las y los campesinos?
Primero, la circulación está muy restringida, porque no hay medios de transporte. También los enfermos no tienen donde atenderse. Los centros de salud están funcionando, los médicos están ahí, pero aluden a que no pueden atender. Entonces la gente está preocupada por sus enfermos, los mayorcitos, muchos quienes necesitaban medicina diaria o semanal, pero ahora no la consiguen. Entonces eso significa una desesperación en la gente. En el tema de comida hay una carencia total de los productos de la sierra. Por ejemplo, la libra de tomate nos está llegando a un dólar, lo mismo una pepa de ajo; eso ha hecho que la gente se vea limitada en cuanto a la comida.
De ahí con toda honestidad, nosotros como campesinos estamos viviendo una revalorización del campo. Hay una conciencia nueva de cuánto vale estar en la tierra. Estamos cosechando, hay productos. Pero tenemos cierta ansiedad porque reflexionamos que tenemos aquí tantos productos, que incluso se están dañando y no sabemos cómo canalizarlos para gente que está necesitando en la ciudad.
Estamos angustiados porque no tenemos salud, no tenemos alimento complementario, no tenemos movilidad para comprar la medicina. La falta de medicina es el factor más preocupante en el campo porque aquí tenemos gente diabética, con VIH, que recibían las medicina para controlar el virus y ahora no hay. O sea, el centro de salud está absolutamente desabastecido. No tenemos medicina y aunque haya un accidente, igual no nos reciben. Entonces nos sentimos muy preocupados en el ámbito de salud y porque no sabemos hasta cuándo durará esta situación.
La gente también se pregunta, si esto dura mucho ¿qué va a pasar con la economía? Porque los ahorros pequeñitos se están acabando. Ya no vendemos el maracuyá, el limón, para el cacao nos están pagando hasta 10 centavos la libra, eso es un abuso. ¿Qué va a seguir pasando a medida que pase el tiempo y esto no se acaba?
La presencia del Estado realmente no existe, nunca ha existido y por eso, la gente no ha sentido de ninguna manera la ausencia del Estado, siempre hemos tenido que resolver solos. Sin embargo, el tema de salud nos preocupa, igual que el tema del precio y la salida de nuestros productos que cada día está empeorando.
¿Cómo han sido tomadas las medidas de estado de excepción y toque de queda dictadas por el gobierno nacional?
La gente que ha venido de Guayaquil, Quito y Santo Domingo, está entrando sin ningún control a comunidades bien adentro. Sería gravísimo que ahí haya un brote de este virus, porque no tenemos condiciones de salud, ni económicas, ni de salubridad como para enfrentarlo. No hay control en relación a la población, como no hay control con la gente que aún anda en las calles. Nosotros somos comunidades rurales, comúnmente acostumbrábamos a salir a comprar y vender productos cada fin de semana. Siempre se montaban las ferias y hoy no hay cómo hacer eso. Por lo tanto, el problema fundamental es que nuestro producto se está quedando. Se está dañando en la mata, como es el maracuyá, el cacao, el guineo, el banano, están perdiéndose y esa es la mayor preocupación.
¿Qué hace falta hacer en medio de la crisis?
Realmente nosotros, la UOCE, necesitamos que nos ayuden con el tema de la salud. Nosotros no tenemos una sola mascarilla; la gente sale sin mascarilla porque primero no hay donde comprar y segundo no tenemos los medios económicos porque se paró la venta de nuestros productos.
Como organización lo que vamos a iniciar, tras mirar que la pandemia se expande, es reorganizar nuestros grupos en función, ya no solo de producciones, sino de control propio, de soberanía nuestra, haciendo controles de ingresos a las comunidades. Lamentablemente tenemos que suplantar a la policía porque aquí no está presente. Comenzaremos a hacer un control en las comunidades de ingreso y vamos a mirar el tema de ir creando tapabocas con tela porque sabemos que la situación se va a poner más difícil.
¿Cuáles han sido las medidas que se han propuesto como organización para enfrentar la cuarentena?
Nosotros como organización, lo que hemos hecho es orientar a nuestra gente, decir “quédate en la casa”, “no salgan”, “comiencen a sembrar”. Hemos trabajado mucho con ellos esta idea de prepararnos, no solo por este momento, sino con miras a la situación post COVID-19. O sea, analizar cómo la crisis económica va a golpearnos a través de los precios y el consumo, para eso tenemos que prepararnos.
Lo que hemos hecho como organización y seguiremos haciendo es aprovechar este difícil momento para poder fortalecer el valor a la tierra, el territorio y el poder sembrar. Siempre hemos estado sembrando un 80% para el mercado, ahora es voltear la tortilla y decir “vamos a sembrar para comer nosotros”. Estamos debatiendo alrededor de cómo esta crisis de salud nos obliga a analizar que lo primero es nuestra comida, para poder estar nutridos y preparados, fuertes en salud. El descuido de no sembrar para comer ha hecho que nos volvamos vulnerables y debemos regresar a lo que nosotros, los campesinos, hacíamos antes: a las prácticas originarias de sembrar para comer y para vivir sanos. Hemos dicho aprovechemos este tiempo que están suspendidas las clases porque los niños, los jóvenes, están yendo a la finca con sus papás a sembrar.
Vemos que contamos solo con nosotros mismos y con las fraternidades organizativas. Hay que seguir creando redes que nos permitan fortalecer lo que tenemos, e ir construyendo otras realidades. Por ejemplo, creo firmemente que esta situación nos permite mirar que hay que crear una economía basada en redes solidarias, donde el principio de comercialización no está basado en la ganancia, sino en el principio de la vida y esto supone ya un gran salto. Esta situación nos enseña, nos exige poner en el centro la vida. Aquí silenciosamente estamos tejiendo, sabemos que no contamos con el Estado y que la única manera de salir adelante es contar con nosotros mismos.
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