Rita Segato es una académica, antropóloga, escritora y activista feminista reconocida por sus contribuciones desde su análisis sobre relaciones y violencia de género, racismo y colonialidad. En esta entrevista, Segato relata sobre las nuevas corrientes fascistas, que se apropian de la protección de la vida, arrebatan a las mujeres del papel histórico y político que es el cuidado, y las colocan bajo sospecha moral.
Este es un punto medular en el contexto del 8M, fecha en la que se articularon movilizaciones masivas de colectivos feministas en toda Latinoamérica, donde mujeres y hombres denunciaron la violencia de género, seguido por el paro internacional de mujeres el 9 de marzo. OCARU entrevistó a Segato por la presentación del libro ¿Cómo se sostiene la vida en América Latina? Feminismos y Re-Existencias en Tiempos de Oscuridad, por Karin Gabbert y Miriam Lang.
¿En qué medida es político el rol de la mujer en el cuidado de la vida?
Existe una idea equivocada, que recorre la región de que las mujeres somos contra la vida, como si el feminismo se opondría a la vida. En realidad, querer el bienestar de las mujeres no es otra cosa que querer el bienestar de toda sociedad porque las mujeres no somos ni una minoría numérica y tampoco una minoría política. Al contrario, actuamos políticamente todos los días, en la preservación de la vida, en el trabajo de proteger y promover la permanencia de la vida en el planeta. Eso es y ha sido siempre el trabajo de las mujeres. Y no me refiero netamente a la reproducción, me refiero a cómo las mujeres desde el lugar que nos toca ocupar, siempre hemos cuidado la vida, cuidando la diversidad genética en nuestros huertos, en los pequeños jardines, eligiendo el maíz, la yuca, la papa para plantar el próximo año. Siempre ha sido un trabajo tanto invisibilizado como político, cuya responsabilidad siempre estuvo en manos de las mujeres. Sin embargo, hemos sido vistas y representadas como sujetas de algo que no es la política. Pero hay que recuperar la politicidad de nuestros esfuerzos que siempre fueron esfuerzos de gestión de la vida, de mediación, por ejemplo, en las familias y entre generaciones. La mujer siempre tiene el trabajo de hiladora, de tejedora de relaciones sociales, y, por lo tanto, el trabajo de la mujer siempre ha sido político.
¿Cuáles son las posibilidades y desafíos para visibilizar este rol político de la mujer?
Yo tengo mucho miedo al reduccionismo al que nos llevan las fórmulas y las consignas simples, por ejemplo, el hablar de la reproducción y el cuidado. Yo le llamo más bien política; y lo que quiero recuperar dentro de otra historia es la historia de las mujeres que no es solamente el cuidado o la reproducción, sino que es politicidad en otra clave.
Pero uno de los diablos en esta nueva fase fascista es que nos han robado lo que siempre hemos protegido y se han declarado protectores de la vida, en la tal llamada “protección de las dos vidas”, la lucha contra el aborto. Las mujeres somos un blanco fácil para la sospecha moral y en algún concilio se ha descubierto que a los enemigos fáciles se puede apuntar para el ataque de la sociedad y el mancomunamiento de las masas. El blanco somos de nuevo las mujeres, tal como en el tiempo de la persecución de las brujas.
Hablas de la nueva fase fascista – ¿a qué te refieres?
Hay una tendencia conservadora aflorando en el mundo, en el que surge un punto de vista que se está volviendo muy masivo y que, para mí, aunque es una gran discusión, tiene un corte fascista. Yo llamo a todas las políticas, que son políticas del enemigo, políticas fascistas. Para mí, el fascismo es más una estrategia de mancomunamiento, una estrategia para hacer que la gente se mancomune ciegamente, masivamente, mediante la proposición de que existe un enemigo común. Por eso, yo creo que como estrategia el fascismo es algo que se está mostrando de nuevo.
¿Cómo consideras ahora que las nuevas fuerzas conservadoras y capitalistas vuelven a posicionar el patrón del patriarcado en la plataforma política?
Primero, debemos entender que algo de nuestro movimiento feminista ha amenazado al poder. La medida de la reacción que estamos viendo, esa reacción patriarcal, anti-mujer, en la que la criminalización del aborto es absolutamente central, es un crimen de Estado y revela la existencia de Estados autoritarios. Es un autoritarismo sobre el cuerpo y la vida de las mujeres. Por mucho tiempo hemos visto nuestra lucha como lucha de minorías, pero la fuerza de reacción contra nuestros progresos muestra que estamos amenazando algo de la reproducción de todos los poderes. Entonces, lo tenemos que leer no con signo negativo de “uy, es un problema cómo reaccionan”, sino que lo tenemos que leer con signo positivo, porque la magnitud de esa reacción solamente demuestra que estamos tocando un punto neurálgico de la reproducción, de la desigualdad y del poder.
Para terminar, ¿por qué el patriarcado no es una cultura?
El patriarcado es un orden político, que se disfraza de cultura, que se disfraza de religión, que se disfraza de moralidad, pero es un orden de poder. Es un orden político que defiende la superioridad de los machos sobre las hembras de la especie. En mi consideración es muy arcaico y por eso existen diversos mitos en todo el planeta que cuentan que el origen de los pueblos empieza con el castigo de la mujer. O sea, es una indisciplina femenina, un error femenino, un delito que será castigado y que marca el comienzo de la historia, el evento que origina la historia de una civilización. Es así en el génesis, pero también en muchas otras historias de origen en los cinco continentes. Quiere decir que la instalación del patriarcado, la subordinación de la mujer, es el nacimiento de la civilización, es el nacimiento de la especie narrada en diversos discursos de pueblos diferentes que, aunque sean muy diversos, defienden el mismo orden patriarcal.