Foto ~ Tamara Artacker / ig: @tamaraart3

La agrobiovidersidad se ha colocado en el debate en las últimas décadas y se ha estudiado desde varios enfoques y actores (Tamariz y Baumann 2022, Baird 2022). No existe un consenso general sobre la idea de la agrobiodiversidad, lo que sí es seguro es que es un tema multidimensional y también una estrategia para convivir con los efectos del cambio climático (Bravo-Peña y Yoder 2024). Bajo este enfoque la agrobiodiversidad se coloca como estrategia no solo para disponer de una variedad más amplia de alimentos sino también como medida de garantizar la seguridad alimentaria (Bravo-Peña y Yoder 2024, Baird 2022). En el contexto de los cambios de temperatura que hacen que las variedades locales cambien su genética, y también las nuevas interacciones con pestes y enfermedades que pueden adaptarse a nuevos territorios (Cardozo Conde 2014).

La erosión genética se remonta al inicio de la actividad agrícola, y solo desde inicios del pasado siglo se perdió cerca del 75% de la diversidad genética de las plantas, y para el 2012 el 60% de la energía que emplea la humanidad depedía de trigo, arroz y maíz (Chiffoleau et al. 2024). En medio de esta selección limitada de variedades y cultivos, la productividad es uno de los elementos que se pone en el centro de la problemática alimentaria. Es cierto que la superficie agropecuaria está llegando a sus límites, frente a un continuo incremento del número de personas a alimentar (Omer, Pascual, y Russell 2010, Cardozo Conde 2014), sin embargo, privilegiar a la productividad por encima de las consecuencias en los ecosistemas puede agravar el problema alimentario y también atraer a otros desafíos (Omer, Pascual, y Russell 2010, Chiffoleau et al. 2024);cabe señalar que las preocupaciones sobre las relaciones del medio ambiente con la visión productivista se remontan a la década de 1980 (Cardozo Conde 2014).

Aunque las preocupaciones por la disminución de la biodiversidad han estado presentes, el avance de un número limitado de cultivos no se ha detenido. Lo que nos dejan los datos de los últimos 40 años sobre la superficie cosechada indica que cada vez la superficie agropecuaria se dedica a 4 cultivos: trigo, arroz, maíz, y soya (ver Figura 1). Son tan solo 13 cultivos los que se han mantenido con los mayores porcentajes de superficie cosechada desde 1961 (FAO 2024).  En esta evolución el maíz y la soya fueron los cultivos que incrementaron su presencia en un mayor número de hectáreas en los últimos 20 años, mientras que el trigo ha ido disminuyendo su peso en 6 puntos porcentuales desde 1961. Por otra parte, África es por un cultivo, el continente con más variedad de cultivos frente a los demás continentes tomando en cuenta los 10 cultivos con más superficie de cada año (ver Figuras 1 y 2).

Uno de los cultivos que más ampliaron su superficie a nivel mundial fue la soya que pasó del 2,5% de la superficie cosechada al 8,9% entre 1961 y 2021 (ver Figura 1). Ámerica fue el continente con más terreno para la soya, que pasó del 6,3% al 32% en estos mismos años, en este sentido América del Sur es uno de los continentes con más avance de soya, en 1961 ni siquiera figuraba entre los 10 cultivos con más superficie cosechada y en 2021 es el cultivo número 1 superando por el doble al maíz que se encuentra en segundo lugar (ver Figura 2). Más allá de las lógicas que rodean a este cultivo que se tratan de manera profunda en los trabajos de Svampa y Teran Mantovani (2019), Svampa (2018), Gudynas (2017), este boletín quiere evidenciar la pérdida de la agrobiodiversidad como resultado del avance de las prácticas modernizadoras del agro.

Contrario a lo que las cifras muestran, en las distintas cumbres sobre el medio ambiente se ha incorporado la importancia de la agricultura dentro de la conservación de la biodiversidad, además que se incorporó también la importancia alrededor de la cultura que rodea a la agricultura. En este sentido una de las metas también es identificar cuales son los grupos funcionales a conservar. Además se ha reconocido la importancia de la conservación en los mismos ambientes de donde son las variedades, y que la extensión agropecuaria privilegie el entendimiento de los sistemas locales (Sarandón 2010).

Tradicionalmente se han puesto en práctica dos tipos de enfoques en la producción agropecuaria, el primero y más extendido por los países industrializados es el que ajusta las condiciones del ambiente para generar mayores rendimientos, y a la vez privilegiando un número limitado de variedades. Por otra parte, se encuentra el enfoque que privilegia las interacciones del ecosistema para tener rendimientos estables en el tiempo, en el que no solo se toma en cuenta el número de cultivos sino también las funciones complementarias de los demás agentes (Omer, Pascual, y Russell 2010, Pérez-García y del Castillo 2016). Mientras que en el mundo, el 40% de cultivos que se conservan fueron cereales en donde destacan principalmente el maíz, trigo y arroz. Mientras que frutales, raíces, y hortalizas no representan más del 10% individualmente (Lobo Arias y Medina Cano 2009).

Por otra parte, la diversificación no solo debe atravesar la dimensión ambiental para que logre ser adoptada y extendida, también se tienen que considerar las estructuras de los mercados, las estrategias de diversificación y las características de lxs productores, sino se toma en cuenta las condiciones socioeconómicas es más complejo que la diversificación perdure (Bravo-Peña y Yoder 2024). También, es necesaria la integración entre el conocimiento generado a través de la investigación académica y la investigación empírica y saberes que se realiza en los terriorios (De Boef et al. 2012)

La evidencia mostrada por Omer, Pascual, y Russell (2010) muestra que existe la posibilidad de tener sistemas agrobiodiversos que mantengan los mismos niveles de producción, con base en el mantenimiento de las relaciones ecosistémicas, sin embargo, para que esto tenga éxito se requiere de una demanda de la producción ya sea por parte de consumidores o por autoconsumo de la diversidad generada.

A nivel local se ha encontrado que la modernización de las prácticas agrícolas está relacionada con la erosión de las variedades nativas (Abbott 2005, Baird 2022). En los Andes ecuatorianos, el mantenimiento de la agrobiodiversidad es relevante debido a las condiciones extremas de frío y disponibilidad de agua, tanto de sequía como de exceso de lluvias. A esto se le sumó la modernización de las prácticas agrícolas que han reducido la diversidad de cultivos que se producen. Los impactos nutricionales de esta pérdida de cultivos también se da por la preferencia de lxs productores hacia productos que son fáciles de preparar y con alto contenido de calorías (Oyarzun et al. 2013).

En Ecuador, se ha privilegiado la superficie cosechada a un grupo de 15 cultivos que han abarcado entre el 81% y el 85% de la superficie cosechada entre 1961 y 2021 (ver Tabla 1). Además, los tres cultivos con más superficie han ido aumentando esta concentración, pasaron del 44% en 1961 al 56% en 2021. En ello hay que destacar que más de un tercio del total de la superficie se encuentra destinada al cacao y el banano para la exportación, que como se evidenció en boletines previos[1], estos cultivos no garantizan el mejoramiento de las condiciones de vida en la zona rural. Finalmente, la agrobiodiversidad no ha sido estudiada a profundidad bajo el contexto de los entornos violentos. Si bien la relación no necesariamente es directa, la migración y el contexto político que se genera en los espacios de violencia termina erosionando la producción de ciertos cultivos (Baird 2022). Este es el contexto en el que vivimos y que también puede representar otra amenaza a la diversidad de cultivos disponibles.

A manera de conclusión

La agrobiodiversidad es uno de los elementos claves para preservar la seguridad alimentaria en el planeta, más aún es un elemento imprescindible dentro de la soberanía alimentaria. La preocupación por la alimentación del planeta se ha centrado desde el último siglo en la obtención de mayores rendimientos en un número limitado de variedades. Lo cierto es que ese esfuerzo no ha trasncendido a cultivos como los frijoles o el plátano verde para el caso del Ecuador (ver Tabla 1) ambos esenciales en las dietas locales. Lo que es claro es un privilegio a nivel global hacia cultivos que sostengan los circuitos agroindustriales como la soya y el maíz, ambos cultivos que se encuentran de manera extensiva en nuestro continente. El reto de la preservación de la agrobiodiversidad es un tema multidimensional que puede mitigar los riesgos asociados a la proliferación de plagas y enfermedades, pero, sin el cambio de los patrones del consumo alimentario, la producción de estos cultivos no deja de ser más que momentánea.

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Notas:

[1]El cacao: espejismo de la primarización en el Ecuador y Más que una fruta: ¿Qué rodea la producción bananera? – Ocaru

Bibliografía:

Abbott, J. Anthony. 2005. “Counting Beans: Agrobiodiversity, Indigeneity, and Agrarian Reform.”  The Professional Geographer 57 (2):198-212. doi: 10.1111/j.0033-0124.2005.00472.x.

Baird, Ian G. 2022. “Political violence, migration, lack of citizenship, and agrobiodiversity loss in the borderlands of Thailand and Laos.”  Geoforum 128:263-275. doi: https://doi.org/10.1016/j.geoforum.2021.02.018.

Bravo-Peña, F., y L. Yoder. 2024. “Agrobiodiversity and smallholder resilience: A scoping review.”  Journal of Environmental Management 351:119882. doi: https://doi.org/10.1016/j.jenvman.2023.119882.

Cardozo Conde, Carlos Iván. 2014. “Climate Change and Agrobiodiversity.”  Revista Colombiana de Investigaciones Agroindustriales 1 (1):72-79. doi: 10.23850/24220582.117.

Chiffoleau, Yuna, Tara Dourian, Géraldine Enderli, Dalia Mattioni, Grégori Akermann, Allison Loconto, Francesca Galli, Gulyás Emese, Zsófia Perényi, Luca Colombo, Sonia Massari, y Dominique Desclaux. 2024. “Reversing the trend of agrobiodiversity decline by co-developing food chains with consumers: A European survey for change.”  Sustainable Production and Consumption 46:343-354. doi: https://doi.org/10.1016/j.spc.2024.02.032.

De Boef, Walter Simon, Marja Helen Thijssen, Pitambar Shrestha, Abishkar Subedi, Regassa Feyissa, Genene Gezu, Adriano Canci, Maria Aldete Justiniano Da Fonseca Ferreira, Terezinha Dias, Saujanendra Swain, y Bhuwon Ratna Sthapit. 2012. “Moving Beyond the Dilemma: Practices that Contribute to the On-Farm Management of Agrobiodiversity.”  Journal of Sustainable Agriculture 36 (7):788-809. doi: 10.1080/10440046.2012.695329.

FAO. 2024. Cultivos y productos de ganadería. editado por Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Roma.

Gudynas, Eduardo. 2017. “Neo-extractivismo y crisis civilizatoria. América Latina: avanzando hacia la construcción de alternativas.” En, 29-54. Paraguay: BASE IS.

Lobo Arias, Mario, y Clara Inés Medina Cano. 2009. “Conservación de recursos genéticos de la agrobiodiversidad como apoyo al desarrollo de sistemas de producción sostenibles.”  Corpoica. Ciencia y Tecnología Agorpecuaria 10 (1):33-42.

Omer, Amani, Unai Pascual, y Noel Russell. 2010. “A theoretical model of agrobiodiversity as a supporting service for sustainable agricultural intensification.”  Ecological Economics 69 (10):1926-1933. doi: https://doi.org/10.1016/j.ecolecon.2010.04.025.

Oyarzun, Pedro J., Ross Mary Borja, Stephen Sherwood, y Vicente Parra. 2013. “Making Sense of Agrobiodiversity, Diet, and Intensification of Smallholder Family Farming in the Highland Andes of Ecuador.”  Ecology of Food and Nutrition 52 (6):515-541. doi: 10.1080/03670244.2013.769099.

Pérez-García, Oscar, y Rafael F. del Castillo. 2016. “The decline of the itinerant milpa and the maintenance of traditional agrobiodiversity: Crops and weeds coexistence in a tropical cloud forest area in Oaxaca, Mexico.”  Agriculture, Ecosystems & Environment 228:30-37. doi: https://doi.org/10.1016/j.agee.2016.05.002.

Sarandón, Santiago. 2010. “Biodiversidad, agrobiodiversidad y agricultura sustentable: análisis del convenio sobre diversidad biológica.” En Vertientes del pensamiento agroecológico: Fundamentos y Aplicaciones, editado por Tomás León Sicard y Miguel A. Altieri, 105-130. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, SOCLA.

Svampa, Maristella. 2018. “Continuidad y radicalización del neoextractivismo en Argentina.”  Perfiles Económicos 0 (3). doi: 10.22370/rpe.2017.3.1222.

Svampa, Maristella, y Emiliano Teran Mantovani. 2019. “En las fronteras del cambio de época: Escenarios de una nueva fase del extractivismo en América Latina.” En ¿CÓMO SE SOSTIENE LA VIDA EN AMÉRICA LATINA? Feminismos y re-existencias en tiempos de oscuridad, editado por Karin Gabbert y Miriam Lang, 169-218. Quito: Abya-Yala.

Tamariz, Gabriel, y Megan Dwyer Baumann. 2022. “Agrobiodiversity change in violent conflict and post-conflict landscapes.”  Geoforum 128:217-222. doi: https://doi.org/10.1016/j.geoforum.2021.11.010.

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David Singaña Tapia

Investigador del OCARU

Ingeniero en Ciencias Económicas, Master en Desarrollo Territorial Rural, realiza sus estudios de doctorado en la Universidad Justus Liebig – Giessen, Alemania.

Integra el grupo HINASES (Human-nature Interactions in Agricultural Socio-Ecological Systems).

Líneas de investigación y publicación: Soberanía Alimentaria, Agricultura Familiar y Acuerdos Comerciales.

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