Por: Melissa Merino[1]; Nicolás Abril[2]; André Castañeda[3]; Yachac Chimba[4]
Introducción
La pandemia transformó la cotidianidad de todos y todas. Sin duda, cada sector la vivió de distinta manera. Mientras unos podían resguardarse en su hogar, otros y otras buscaban la manera de resolver el día a día, de conseguir algo de dinero y de encontrar vías para subsistir.
Como estudiantes universitarios nos enfrentamos a situaciones difíciles, por ejemplo, la calidad de la educación ha disminuido y los problemas de salud mental nos ahogan; sin embargo, a pesar de estas condiciones hemos logrado sobrellevar la pandemia con ciertos “privilegios”, logramos continuar nuestra educación a través de clases en línea con acceso a internet de forma constante y, los alimentos frescos los obtenemos sin mayor complicación. Situación que de vez en cuando nubla ciertas percepciones sobre otras realidades que estamos lejos de imaginar cómo enfrentaron la pandemia.
En este sentido nos hemos preguntado ¿qué ha sucedido en la ruralidad con esos miles de agricultores y agricultoras que permiten que en las ciudades tengamos alimentos? ¿Cómo enfrentaron los momentos más difíciles de la pandemia? Nos interesa conocer en qué otras materialidades se sostienen algunos de nuestros privilegios citadinos e interpelar esas condiciones.
Para respondernos estas preguntas, como estudiantes universitarios articulamos las tareas dejadas por nuestros maestros y las inquietudes que tenemos sobre esa realidad que está allí afuera y que algunos aún se niegan a observar, entender y reconocer su importancia.
Más que cumplir con una tarea
Somos estudiantes de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, de la carrera de Sociología. Recibimos una materia llamada “Ambiente, ruralidad y territorio” en la que debíamos realizar una investigación sobre una temática que esté relacionada con nuestras inquietudes. Desde el principio nos interesamos en los impactos que la pandemia había dejado en las comunidades indígenas, nuestra preocupación estaba centrada en la importancia de visibilizar contextos distintos a los que estamos familiarizados.
Tomado decisiones
En principio la investigación debía llevarse a cabo de manera virtual, sin embargo, en nuestro anhelo y el “naciente” compromiso con esa realidad nos condujo a que visitemos un territorio rural de manera presencial. Nuestra experiencia arrancó entrevistando a un poblador de Agato, comunidad indígena ubicada al noreste de Otavalo y a 15 minutos de Peguche, provincia de Imbabura. En este primer acercamiento nos familiarizarnos con el contexto de sus pobladores que habitan la ruralidad y que aún se sostienen de la agricultura, entendimos que su relación con la ciudad más cercana estaba mediada por la actividad comercial, ferias y mercados eran sus espacios para vender productos artesanales y alimentos.
Una vez en el territorio
Después de este diálogo nos concentramos en un periodo de investigación teórica, revisando algunos textos y entrevistas, finalmente viajamos a la comunidad y observamos directamente las condiciones de vida de la población. Como no podíamos indagar todo lo que nos gustaría centramos nuestra atención en eso que llaman “nueva normalidad” derivada de la COVID19.
En el período de investigación nos encontramos con la planificación de la festividad ícono de la comunidad: el “Pawcar”; celebración que permite a Agato dinamizar su economía con diferentes actividades como ventas de comida tradicional y artesanías. Además, es una oportunidad para abrir sus puertas, hacerse conocer y compartir su cultura con quienes los visitan. A través de entrevistas y grupos focales logramos conocer varias experiencias de cómo lo habitantes de Agato enfrentaron la COVID19.
Una vez que ingresamos a la comunidad, se pueden observar varias casas, en su mayoría pequeñas pero cada una con su propio terreno donde se cultivan varios productos y se crían animales de campo. En el centro del pueblo se encuentran las zonas de uso comunitario, además de una cancha de fútbol, una escuela y una iglesia. La importancia de estos espacios es evidente cuando los miembros de la comunidad realizan sus actividades de organización comunitaria, reuniones de planificación y comercio interno, entre otras.
Como en todo el Ecuador, en Agato todos los estudiantes siguen a la espera de volver a clases presenciales.
En la economía
Antes de la pandemia y el inicio de la cuarentena, Agato era una comunidad que vivía de sus actividades económicas como el comercio y la venta de artesanías, por tanto, sus habitantes solían viajar por diversas provincias del Ecuador en busca de oportunidades para comercializar sus productos y retornar con ingresos para sostener sus hogares. ¿Cómo lo hacían? Pues en su mayoría sus ventas estaban catalogadas como “informales”, se asentaba provisionalmente en pequeños espacios dentro de ferias o plazas en las que ofrecían su variedad de productos: collares, aretes, pulseras, cristales o piedras, ponchos, corbatas, abrigos, vegetales, frutas y miel. Cabe mencionar que, durante los meses más duros de la pandemia, cuando los decretos de emergencia no permitían la movilidad, esta actividad para generar ingresos tuvo grandes problemas.
Será a través de los mercados solidarios donde, se desarrollaban intercambios y trueques de diversos productos que lograron resolver varias de las necesidades de la población, esto no habría sido posible sin la organización colectiva de la comunidad, que permitió que los hogares tengan la cantidad suficiente y variada de alimentos y productos de primera necesidad.
Salud y alimentación
La alimentación con productos de su tierra es de vital importancia, producen estacionalmente y lo hacen además sin químicos, lo que les permite acceder a una dieta orgánica. Este tipo de alimentación nos permite constatar que las personas tienen buena salud y sus problemas médicos son atendidos de manera natural; así lo sostiene el “Taita Chitos”, Rafael Maldonado quien tiene 75 años, es artesano y reconocido sabio de la comunidad que nos manifestó “aquí nos curamos con los remedios que ya sabemos”; con lo cual reducen la necesidad de acudir a hospitales. Algunos de esos remedios llevan zambo tierno, jengibre, limón, miel, canela y manzanas. Para mejorar la calidad y reducir el riesgo de enfermedades, tanto las labores agrícolas como los deportes y actividades recreativas, fortalecen su condición física.
La Pandemia
Desde el inicio de la pandemia la alternativa para mitigar sus efectos en la población fue el uso de la medicina comunitaria, los denominados remedios caseros hacían frente a los síntomas la COVID19. Como menciona Rafael Maldonado, la comunidad no “tienen ninguna intención de reemplazar los productos (remedios) de la tierra que los curan por la medicina occidental”. Durante toda la pandemia lo único que han utilizado para mantenerse sanos han sido sus conocimientos sobre plantas.
La mascarilla
Algo que nos llamó la atención es que el uso de la mascarilla es reducido, muy pocas personas la usan –por lo menos en el tiempo que estuvimos en el territorio–. “Ya nadie usa mascarilla aquí”, nos mencionaba Rafael Maldonado. Los contagios y la situación pandémica se gestionaron de tal forma que no han sabido de nuevos contagios desde aproximadamente cuatro meses, así, la pandemia parece más lejana a su cotidianidad. Sin embargo, nos parece que esta comunidad al igual que cualquier otro territorio del país puede estar en peligro de nuevas olas de contagio, sobre todo porque aumenta el flujo de personas que entran y salen de la comunidad.
Las vacunas
Algo que nos sorprendió es el tema de las vacunas. Según Rafael Maldonado no sabía nada sobre las vacunas en su comunidad, nos mencionó que lo único que escucho es que había en Quito. De la misma forma Josefina G. una mujer agricultura, tampoco tenía información,
“no tengo televisión y tampoco tengo tiempo para estar en las noticias, entonces no me he enterado de nada”.
Varios elementos podemos observar en el relato sobre las vacunas en Agato. Primero, al no tener tanta incidencia de casos el tema de la vacunación no se muestra como prioridad, por lo tanto, no aparece como necesidad. Es decir, la COVID19 se siente lejos aún. Segundo, las múltiples actividades de las mujeres agricultoras nos les permiten estar constantemente informadas sobre lo que sucede fuera de su comunidad, y tercero, no acceder a información es un problema de lenguaje, pues la mayor parte de información está en castellano y en Agato muchos de sus habitantes hablan Kichwa. Así lo sostuvo Josefina G. “En los medios de comunicación pasan información en español y como justamente, en casi la mayoría de nuestras comunidades se habla en Kichwa”. A pesar de los límites de acceso a información en Agato se organizaron a través de los cabildos para llegar a gran parte de la población anunciando la situación de la COVID19.
Pero otra cosa que constatamos fue la desconfianza de algunos pobladores sobre las vacunas, para “Yachac Chimba”, un joven de 26 años, estudiante de fisioterapia y miembro de la comunidad de Agato, “las personas tienen miedo de las vacunas”. Pero este temor ha sido transmitido por la tradición oral, sostiene el Yachac Chimba, quien además relata cómo sus familiares cuentan que un grupo evangélico en los años ochenta engañó a una comunidad cerca del Chimborazo, quienes con el discurso de prevenir enfermedades habría “esterilizado” sin consentimiento a los habitantes de aquella comunidad. Historias como estas provocan resistencia y desconfianza en Agato y en otras comunidades indígenas de la región andina. Nosotros no logramos constatar que esta historia sea real, lo que si comprobamos es que la desinformación y los límites de atención médica en las zonas rurales permiten que existan estas narraciones.
De retorno a la ciudad
Terminamos nuestra primera experiencia investigativa y la pandemia aún continúa y aparecen cada vez nuevas variantes que nos tiene en vilo, mayormente a quienes habitamos las ciudades. Las noticias de la crisis sanitaria y económica son la primera plana de todos los medios de comunicación. Las vías alternativas para enfrentar la pandemia son minimizadas e invisibilizadas debido a que no siguen el canon de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La sanitización, el distanciamiento social, la cuarentena son las principales reglas a seguir, mientras las recomendaciones de alimentos orgánicos y las vías alternas para el tratamiento son cuestionadas.
Sin embargo, en la comunidad de Agato se demostró que la medicina ancestral es una buena opción y algunas de sus prácticas les permite mantenerse alejados de los impactos de salud que provoca la pandemia. La vacunación no solo genera desconfianza, sino que tienen muy poca información sobre cómo será aplicada en su comunidad. Por otro lado, la emergencia parece, por lo menos durante el tiempo que visitamos en la comunidad, estar reduciendo su presencia.
La comunidad no baja la guardia, a pesar que la COVID19 parezca reducir los contagios, han decidido sostener las medidas de bioseguridad cuando visitan la ciudad de manera que cuidan a su comunidad evitando ser contagiados fuera. Finalmente, cabe resaltar que la autogestión, la organización comunitaria y la solidaridad han sido los canales para enfrentar al virus; sin embargo, estas estrategias alternativas no ocupan ninguna agenda de los grandes medios de comunicación, al contrario de vez en cuando son mostradas como irresponsables.
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[1] Estudiante de sociología con interés en temas de emocionalidad y procesos educativos, así como de interculturalidad, mantenimiento de patrimonio material e inmaterial y su influencia en procesos de decolonialidad en los procesos educativos.
[2] Investigador y Estudiante de Sociología de la PUCE.
[3] estudiante de Sociología de la PUCE con especial interés en el estudio de relaciones interpersonales y comunitarias en situaciones y contextos de crisis.
[4] Fue nuestro contacto y guía en la Comunidad de Agato.
Referencias
FG: Focus group – Comunidad de Agato – 6 de diciembre del 2020
En: Entrevistas- Comunidad de Agato- 17 de abril del 2021