Por: Jhon del Castillo[1]

INTRODUCCIÓN

El presente artículo tiene como objetivo dar a conocer el rol de las organizaciones campesinas durante la pandemia de la COVID19 en medio de un contexto nacional donde antes de la emergencia sanitaria ya existían déficits económicos en el Ecuador [2]. Además, explicamos brevemente las fases que vivieron los agricultores y agricultoras en los momentos más críticos de la pandemia, por último, retomamos los relatos de dirigentes y dirigentas campesinas para mostrar algunas de sus estrategias para hacerle frente a estos momentos aún difíciles para el sector rural.

Según el Ministerio de Producción existieron algunos sectores e industrias en las que la afectación de la pandemia fue menor, entre estos destacan los sistemas financieros, industria de medicina y el agropecuario debido a que pertenecen al sector de primera necesidad, por lo cual su demanda casi no fue afectada.  Pero si el sector de la agricultura, ganadería y pesca no se vio tan afectado, nos preguntamos: ¿gracias a quién o quiénes la soberanía y seguridad alimentaria se mantuvo y no existió desabastecimiento de alimentos?; ¿Cuáles fueron los motivos por los que el sector agropecuario mantuvo las actividades pese a las restricciones? Estas dos preguntas son las que motivan este trabajo.

CONTEXTO

Los últimos meses del 2019 fueron muy difíciles para Ecuador tanto en el plano político como económico, marcados por las manifestaciones y movilizaciones en contra de las medidas económicas del gobierno de turno, un escenario que parecía bastante complejo hacia los meses de diciembre, sin embargo, y a pesar de estos momentos se albergaban algunas mejorías para el primer trimestre de 2020. Pero iniciando el nuevo año los medios de comunicación empezaron a propagar la noticia de que un nuevo virus letal –SARS-CoV-2– se estaba expandiendo rápidamente por todo el mundo y sobre todo en Asía [3].

Según la OMS el primer caso identificado del virus SARS-CoV-2 causante de la enfermedad COVID19 fue en Wuhan, en China, hacia el 31 de diciembre del 2019. En Ecuador corría mucha tensión sobre los impactos que tendría a su comercio internacional de materias primas, sin embargo, los distintos sectores económicos continuaron con sus labores normales a pesar de la propagación rápida de la COVID19 por varios países.

Según la Ministra de Salud de aquel momento Catalina Andramuño el primer caso de la COVID19 en Ecuador se detectó el 29 de febrero del 2020, dando inicio a un proceso acelerado e irreversible de contagios masivos. El 16 de marzo el presidente Lenin Moreno (2017-2021) declaró estado de excepción y emergencia sanitaria con el propósito de frenar el avance del virus, algunas de las medidas fueron: suspensión de las jornadas laborales y académicas presenciales a nivel nacional, restricción de la movilización tanto interna como interprovincial y toque de queda nacional.

Los primeros dos meses y medio de confinamiento el estancamiento del sector productivo provocó, según cifras del Ministerio de la Producción, pérdidas acumuladas por USD 15.863 millones, perjudicando a los comercios de productos y servicios, al mismo tiempo que la disminución de ingresos por parte de las empresas habría provocado disminución de gastos y por lo tanto recortes de personal. Por su parte, el informe del Ministerio de Trabajo menciona que alrededor de 115.000 trabajadores perdieron su empleo durante la emergencia sanitaria –muchos de ellos sin liquidaciones–, lo cual provocó un aumento alarmante en el índice de desempleo y que generaría rápidamente impactos en los índices de pobreza. Además, cabe mencionar que se vieron también afectadas las aportaciones al Sistema de Seguridad Social.

Pero un dato adicional, que no hay que olvidar, es que durante los primeros meses de la pandemia cae estrepitosamente el precio del petróleo llegando aproximadamente al valor de un dólar por barril y, por si esto fuera poco, en abril del 2020 debido a deslaves la extracción de petróleo disminuye en casi un39%. Todos estos acontecimientos ocasionaron una contracción del PIB para el segundo trimestre del 2020 (Ver Gráfico 1).

Hubo grandes impactos en el comercio local debido a que las restricciones provocaron la disminución de la oferta haciendo que también aumenten los precios de ciertos productos y se encarezcan los bienes y algunos servicios para los consumidores, además que los costos de producción se elevaron para algunos sectores de la economía.

FASES DE LA PANDEMIA

Pero en medio de este contexto económico y de salud muy complicado para el país, los sectores campesinos debieron enfrentar varias vicisitudes para sostener la soberanía alimentaria nacional a pesar de la ausencia de políticas públicas y los problemas por causa de las restricciones.

Para Fernando Rosero Garcés miembro del Comité Nacional de Agricultura Familiar Campesina y Comunitaria (CNAFCC), se pueden distinguir tres grandes fases de cómo vivieron la pandemia las agriculturas familiares. La primera fase es de incertidumbre y temor, en la memoria histórica de los pueblos y nacionalidades aún se recuerdan como otras enfermedades han traído efectos devastadores en diferentes momentos históricos, lo que causaba mucha preocupación. Sin embargo, a pesar del temor los agricultores y agricultoras decidieron continuar sus actividades de producción y comercialización con el fin de seguir garantizando la alimentación a la población a la vez que resolvían sus propios problemas de abastecimiento de otros alimentos necesarios para sus hogares campesinos. Muchos, tanto en el campo y la ciudad pensaban que en abril la pandemia culminaría y que en mayo todo iba a volver a la normalidad, lo cual, no fue cierto, la mayoría de las personas que vivía en sectores urbanos y tenía familia en el campo empezaron a retornar al sector rural en busca de mayor seguridad porque el virus estaba descontrolado. (ver gráfico 2)

En la segunda fase se da una respuesta organizada a la pandemia desde “adentro” de las comunidades y barrios rurales. Inician los procesos de control de los territorios con el fin de evitar contagios internos, a la vez que se desarrollan estrategias de comercialización, trueque e intercambios. Cuando se presentaban contagios se definieron estrategias para hacerles frente, por ejemplo, la medicina ancestral fue central lo que hizo además que en la huerta se “cuiden” las plantas y se compartan los conocimientos con los miembros de otras comunidades.

La tercera fase mostró el rol más organizativo y político de los territorios, en este momento los gobiernos comunitarios dan un paso para proponer políticas públicas que permitan enfrentar esta pandemia y futuras emergencias sanitarias. Las dirigencias tienen mayor interés en la aplicación de políticas con respecto a sus condiciones de agricultores familiares proveedores de alimentos, salud y vida.

Microhistorias de pandemia

Mientras que en las ciudades las restricciones de movilidad eran muy severas por la propagación de la COVID19 los problemas de la ruralidad fueron diferente, aunque con las mismas medidas de restricción los sectores campesinos se las arreglaron para alimentar al Ecuador. Según el Diario El Telégrafo (2013), 800.000 familias practican la agricultura familiar, la cual representa el 70% de la producción agrícola del país y el 60% de los alimentos que conforman la canasta básica. Es interesante conocer cómo estos actores del campo superaban varios de los problemas de producción y comercialización a la vez que retomaban una propuesta política y comunitaria que va más allá de la pandemia.

Para Nancy Bedón presidenta de la Unión de Organizaciones Campesinas de Esmeraldas (UOCE), “durante la pandemia existió una paralización de la comercialización, pero, no de la producción, porque los campesinos no han parado, hoy después de un año se está vendiendo el 40% menos y además se vende con precios mermados a la mitad”. El relato muestra cuales fueron esos problemas de los sectores campesinos y cuáles se siguen manteniendo, lo que nos lleva a definir que el problema de comercialización se profundizó.

Según Romelio Gualán responsable de la Coordinadora Nacional Campesina Eloy Alfaro (CNC), los campesinos “fuimos quienes alimentamos a toda la población ecuatoriana, es decir, se garantizó en plena pandemia la alimentación, por lo que ratificamos que la soberanía alimentaria es prioridad nacional para el consumo de alimentos en el Ecuador”. Para Gualán, frente a la ausencia del gobierno central y de los Gobiernos Locales, las organizaciones campesinas prepararon medidas de prevención para enfrentar la pandemia retomando los saberes ancestrales y el uso de plantas medicinales, además de mantener la salud de los pobladores rurales a través de la buena alimentación generaron métodos de sanación para disminuir los síntomas de la enfermedad.

Gualan va a coincidir con Bedón en señalar los problemas que, durante los 90 días del decreto de emergencia se aumentaron las alarmas en las zonas campesinas, sobre todo en la región de la costa, especialmente Guayaquil, donde existían contagios masivos y aumentaban los fallecidos. A pesar que el decreto inmovilizo el país las organizaciones campesinas coordinaron para enviar los alimentos a las ciudades con muchas dificultades y temor, pero con el propósito de garantizar la alimentación.

Lo que ha sido todo un desafío en las zonas rurales ha sido la educación de niños, niñas y adolescentes, las clases presenciales se suspendieron para precautelar la salud y la vida, por lo que el aprendizaje transitó a la virtualidad que implicó el uso de dispositivos electrónicos e internet, así como adquirir ciertas habilidades y conocimientos para el uso y aplicación de plataformas digitales. Sumado a esto, la falta de recursos económicos agudizó el problema de la deserción escolar, podemos manifestar que en las zonas rurales los planes de gobierno como “Aprendamos juntos desde casa” no fueron suficientes o simplemente no llegaron. Todas estas condiciones han aumentado e intensificado el trabajo de las mujeres, ha crecido su carga laboral y no solo tienen que trabajar en la tierra, sino, que también cuidan a los enfermos, a sus hijos que están en casa y al mismo tiempo, acompañan el proceso educativo.

Pero no todo ha sido negativo, por ejemplo, frente al poco acceso a las pruebas para detectar la COVID19 en la ruralidad, los conocimientos ancestrales permitieron enfrentar y prevenir la enfermedad, una de las practicas comunes era acudir a los saberes de los “taitas” y “mamas” para fortalecer el sistema inmune.

También los lazos de fraternidad y solidaridad se afianzaron, los miembros de las organizaciones compartieron sus saberes, elaboraron planes de acción y prevención a partir del trabajo colectivo.

“Nos enorgullece ser campesinos productores de alimentos en el Ecuador” manifiesta Gualán cuando señala que al cerrar ciertas importaciones se pudo comprobar una vez más que la producción nacional de alimentos era suficiente para abastecer a las familias del país, incluso aumentó la demanda de alimentos en las ciudades y los campesinos lograron sostener la producción. Mientras en el campo se compartían saberes y se realizaban intercambios de productos con las diferentes regiones y provincias. Gualán manifiesta que si hubiese tenido un mayor apoyo de los ministerios se habría podido mejorar la logística y comercialización de alimentos, pero, lastimosamente esto no existió. Sin embargo, los agricultores y agricultoras una vez más garantizaron la soberanía alimentaria.

Conclusión

La pandemia generó una crisis mundial y, en nuestro país uno de los sectores más afectados están en el área rural, pero, al mismo tiempo quienes habitan estas zonas generaron estrategias para vencer las dificultades y buscar formas de mantener la producción y comercialización de alimentos, es importante reconocer que la población ecuatoriana nunca sintió el desabastecimiento de los alimentos frescos producidos por los sectores campesinos, los habitantes de las ciudades siempre tuvieron en sus mesas, pese a las dificultades y restricciones de movilidad varios productos de la agricultura familiar campesina. También es importante reconocer a los miles de agricultores y agricultoras quienes ayudaron a precautelar la salud y vida de la población, quienes, a través de sus organizaciones, trabajo comunitario, solidaridad, dedicación, fortalecimiento del proceso productivo garantizaron la soberanía alimentaria. El agro en manos campesinas ha sido un pilar fundamental, pero, para que puedan seguir aportando y superar los momentos difíciles que aún viven, es necesario plantear medidas alternativas de parte de organismos gubernamentales para fortalecer a este sector productivo y garantizar una soberanía alimentaria.

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[1] Egresado de la Facultad de Economía de la PUCE con mención en Finanzas, desempeña sus actividades en el análisis de tópicos financieros, dedicado e interesado por la investigación en temas refrentes a la economía sostenible y finanzas verdes.

[2] Se partió de datos primarios como son entrevistas a dirigentes de organizaciones campesinas y expertos en el tema, adicionalmente tomamos datos secundarios como: noticias de diarios nacionales, estudios empíricos, publicaciones y rendiciones de cuentas por parte de instituciones gubernamentales como el Banco Central del Ecuador (BCE), Ministerio de Producción y Ministerio de Trabajo.

[3] El discurso del gobierno de ese momento sostenía que había que recuperar lo que perdió el país por al levantamiento popular de octubre 2019Según el Banco Central el PIB del Ecuador del 2019 se cerró en USD 107.349 millones en valores corrientes y decreció en 0.1% con respecto al periodo anterior debido a la paralización de octubre del 2019, según las previsiones económicas para el año 2020 se esperaba que el crecimiento económico vuelva a su misma senda de expansión y el PIB crezca en un 0,7%.

Referencias

Entrevistas Realizadas a:

  • Romelio Gualán- Coordinador de la Coordinadora Nacional Campesina (CNC)
  • Nancy Bedón- Presidenta de la Unión de Organizaciones Campesinas de Esmeraldas (UOCE).
  • Raquel Silva – Dirigenta Social de Tierra y Vida
  • Fernando Rosero – miembro del Comité Nacional de Agricultura Familiar Campesina y Comunitaria

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