Por Vicente J. Balseca Hernandez, licenciado en sociología y antropología, que redacta su tesis de maestría en ciencias de las poblaciones y del desarrollo para la universidad de Liège (Bélgica) y es colaborador del Instituto de Estudios Ecuatorianos.
La novena ‘Expominas’ se desarrolló en Quito desde el 6 hasta el 8 de abril. En esta ocasión, es oportuno preguntarse sobre el objetivo de tal encuentro y sobre el impacto presente y futuro de la minería en el Ecuador.
Según los datos emitidos por el Banco Central, la extracción de los recursos minerales sólo alcanzaba el 0.57% del PIB del país en 2014. Con una incidencia tan baja en la economía nacional: ¿qué es lo que ha logrado atraer a 250 expositores y a más de 2800 visitantes durante los tres días de encuentro?
El objetivo del mismo y de todas las conferencias realizadas, fue la promoción de las oportunidades mineras que ofrece el Ecuador para atraer a futuros inversionistas, convenciéndoles de las ventajas que proporciona el país (infraestructura, legislación, etc.). Además, hay que tener en cuenta la gran cantidad de minerales no explotados que duermen en nuestro suelo desde hace millones de años.
Según Javier Córdova, Ministro de Minería, la ambición del gobierno consiste en «convertir a la minería en el motor fundamental de la economía del país» pero no de cualquier manera. El mensaje repetido por el Ministerio es que se quiere hacer una extracción responsable y sustentable que tome en cuenta a las comunidades cercanas a las concesiones mineras y fomente su desarrollo.
¿Cuál desarrollo?
El régimen progresista ecuatoriano, se caracteriza por una gran inversión en políticas sociales e infraestructura, que se ha logrado financiar gracias a la bonanza petrolera de la última década.
El discurso de las autoridades, manifiesta una voluntad permanente de mejorar el nivel económico de las clases las más desfavorecidas de la sociedad y de proveer comodidades a la población y a las empresas, a fin de favorecer el crecimiento económico del país.
Tales políticas resultan de la concepción gubernamental de que el progreso o el bienestar están vinculados con la acumulación de bienes materiales. Unido al papel que tiene Ecuador como país exportador de recursos primarios en la periferia del capitalismo, los altos precios de las materias primarias de la última década y la alta demanda asiática de esos mismos recursos, se puede entender la tendencia a desarrollar políticas extractivistas.
La minería no es una excepción. El Ecuador dispone de grandes reservas no explotadas y de una de las mejores infraestructuras del continente suramericano, lo que le da una ventaja comparativa sobre los países vecinos. Con la promoción internacional, la apertura de la subasta minera y la nueva legislación, es muy probable que el gobierno cumpla con su objetivo de atraer grandes flujos de inversión extranjera al país, aunque ésta no llegue al 10% de toda la inversión en la región como pretende el gobierno.
El planteamiento de las autoridades es que los ingresos generados por la explotación minera, permitirán impulsar el desarrollo de las comunidades locales, cuya protección y bienestar están asegurados por la ley minera, que obliga a las compañías a limitar las externalidades negativas de sus actividades. Aunque es importante reconocer los esfuerzos hechos para disminuir las presiones ambientales y sociales (como el tratamiento de las aguas usadas o la inclusión de los pobladores cercanos en las actividades de explotación), también es necesario permanecer conscientes que, toda actividad extractiva tiene un impacto irreversible; tanto sobre los ecosistemas, como sobre la organización social de las poblaciones en el área de influencia.
Es esencial profundizar la reflexión sobre el desarrollo y sobre las alternativas que se proponen desde los movimientos sociales y las organizaciones locales. El sistema capitalista que domina todas las grandes sociedades del planeta, es la causa de grandes inequidades sociales y de innombrables conflictos, además de promover la sobreexplotación salvaje de los recursos de la tierra; hasta tal punto que, la propia preservación de la humanidad en el planeta está en peligro si se persiste con este modelo. Hace unos meses los países del mundo se reunieron en Paris, para tratar de encontrar soluciones al problema del cambio climático. Se adoptaron algunas medidas que, aunque no son obligatorias, siguen orientadas a adaptar el sistema capitalista al contexto global, inventando diversos mecanismos, como el Fondo Verde, que reproducen las inequidades y mantienen intactas las relaciones de poder.
Es necesario cuestionarse sobre el futuro que se está promoviendo y la sociedad en la que se quiere vivir. Es cierto que la explotación de los recursos no renovables puede generar importantes ingresos pero, esa explotación contribuye a alimentar al sistema mundial capitalista, que agota la capacidad regeneradora del planeta, además de mantener al país en un rol de proveedor de materias primas, para los países que conforman el centro del capitalismo y, de ser ultravulnerables a los caprichos del mercado, que es lo que está viviendo actualmente el Ecuador, como consecuencia de la crisis del mercado petrolero.
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Vicente Balseca
Licenciado en sociología y antropología, que redacta su tesis de maestría en ciencias de las poblaciones y del desarrollo para la universidad de Liège (Bélgica) y es colaborador del Instituto de Estudios Ecuatorianos.