Se manifestan en contra de los altos precios de la energía y de los insumos, también para lograr mejoras a los bajos precios de la producción agrícola local y una distribución equitativa de las ayudas, además para exigir se prohíba el ingreso de productos agropecuarios importados de otros países y, para reclamar una transición ecológica no burocratizada y con apoyos para la agricultura familiar. ¡No!, aunque parezca, tampoco estamos haciendo un repaso de las demandas de los agricultores latinoamericanos, sino que estamos frente a algunas de las motivaciones que hacen que los agricultores europeos protesten.
Que el sector agrícola es heterogéneo y que las protestas tienen distintas demandas según el sector movilizado; que los medios de comunicación no cubren y tampoco evidencian los problemas estructurales de la agricultura, sino que se parcializan solo con una parte del problema; que la guerra y la crisis climática afectan de manera directa la producción agrícola; y, que las políticas agrarias promueven la agroexportación, el libre mercado y consienten la dominación del sector alimentario por parte de los supermercados. ¡No!, tampoco estamos analizando el contexto agrario que experimenta el sur global, sino que evidenciamos la realidad que viven los agricultores de Europa.
Los análisis que se hacen de las movilizaciones de los agricultores en Europa, dan cuenta que buena parte de este sector, al parecer, está atravesando por un colapso que puede decantar, o bien en una transición ecológica de su sistema alimentario, o bien en la profundización neoliberal de este. Además, sostienen que las protestas muestran la disputa interna por la orientación del programa agrario europeo para los próximos años, que, por un lado, tienen a pequeños y medianos productores denunciando la poca rentabilidad de su actividad, mientras por otro, están las grandes patronales responsabilizando a las políticas ambientales de la Unión Europea (UE) y a la permisividad que han dado al ingreso de producción alimentaria de países de fuera del bloque, como los problemas del colapso.
En estos meses de protestas la narrativa y la representación política parece inclinarse a favor de las grandes patronales, quienes han logrado canalizar el descontento de todo el sector en tres demandas claves: primera, limitar la transición ecológica o “Pacto Verde” de la UE, que consiste en reducir al 2040 el 90% de las emisiones de carbono comparadas con las del 2015, y alcanzar la neutralidad climática al 2050; segunda, controlar las importaciones de alimentos de países como Ucrania y de otros que no cumplen con la normativa de la UE, y rechazar la firma del Tratado de Libre Comercio con el MERCOSUR por ser lesivo económicamente y ambientalmente; y tercera, mejorar la rentabilidad de las unidades agrícolas manteniendo las ayudas, sosteniendo los subsidios a la energía y reduciendo la burocracia.
Si bien estas tres demandas recogen las motivaciones de las protestas, hay otros aspectos de la problemática agrícola europea que quedan fuera de las soluciones, algo que no sería una casualidad debido a que, según varios analistas, el descontento social está siendo aprovechado por grupos de derecha y ultranacionalistas para colocar su agenda. Esta particularidad no solo que no transformaría el sistema agroalimentario europeo, sino que iría en retroceso al planteamiento de la transición ecológica. Por ejemplo, en materia de políticas ambientales, la derecha presenta a estas políticas como la causa de la crisis agrícola en Europa, por lo que exigen su reformulación e incluso su anulación.
Lo que suceda en el sector agrícola de la UE los próximos meses y el giro que tome su política agraria son importantes para América Latina y países como Ecuador que tiene un acuerdo comercial firmado con este bloque de países. Por ejemplo, se puede suspender definitivamente la firma del TLC con el MERCOSUR, y a la vez endurecer las restricciones para el ingreso de alimentos provenientes de otros países que están fuera del bloque, también podrían aplicar fuertes regulaciones ambientales a productos agrícolas que vayan desde países como Ecuador, mientras nos siguen vendiendo agrotóxicos para la producción de nuestros alimentos.
Pero también las protestas agrícolas europeas son de interés para Latinoamérica porque sus demandas y críticas al sistema agroalimentario neoliberal tienen similitudes con las exigencias y críticas que hacen miles de pequeños agricultores familiares latinoamericanos. Por ejemplo, el paro nacional de junio de 2022 en Ecuador tenía una agenda de denuncias que evidenciaban el dominio empresarial sobre el mercado agroalimentario, además de los impactos del cambio climático y la crisis energética que perjudicaba a la gran mayoría de agricultores que utilizan insumos petroquímicos para su actividad productiva.
Las demandas de aquel paro nacional en Ecuador exigían que el Estado promueva mecanismos para mejorar la rentabilidad de las unidades productivas de la agricultura familiar; subsidiar los insumos y el transporte para la actividad agrícola; controlar el ingreso de productos alimentarios de otros países, sobre todo los fronterizos; generar políticas regulatorias para proteger a los pequeños productores de las trampas del mercado. Aunque a diferencia de Europa, la derecha ecuatoriana no salió a apoyar a los indígenas y campesinos levantados en 2022, sin embargo, estas élites tienen el control de los imaginarios agrícolas y ocupan espacios importantes del sector donde se define la orientación del programa agrario, espacios como las Cámaras de Agricultura, el clúster agroexportador e incluso, tienen a sus representantes en altos cargos públicos y de elección popular.
Ahora bien, ¡no!, no estamos diciendo que los agricultores europeos son iguales a los latinoamericanos o ecuatorianos, solo nos interesa establecer similitudes en el marco de un sistema agroalimentario neoliberal que hace crisis. Lo que esta pasando en el sector agrícola de Europa, nos obliga primero, a mirar con atención el destino que tomará en la UE el programa agrario de los próximos años, porque tendrá afectaciones directas en la agricultura y el comercio de América Latina; y segundo, porque se puede aprender de esta experiencia, que la transición ecológica en la agricultura –aunque retroceda en esta coyuntura– se muestra como horizonte de lucha de miles de agricultores, y que dicha transición no puede hacerse a espaldas de quienes producen los alimentos, sino de manera acompañada, consensuada, planificada y equitativamente financiada, sobre todo con enfoque en la agricultura familiar y campesina.
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Créditos:
Corrección y edición de texto: Tamara Artacker, Gabriela Vanegas Carrera.
Ilustración: Gabriela Vanegas Carrera / @es.gvc
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Esteban Daza
Coordinador del OCARUSociólogo, Master en Filosofía y Pensamiento Social, realiza su doctorado en Estudios sobre Desarrollo en la Universidad del País Vasco.
Miembro del Grupo de Trabajo Estudios Críticos del Desarrollo Rural de CLACSO; Participa del Colectivo de Investigación Participativa en Agroecología de Latinoamérica y el Caribe.
Líneas de investigación y publicación: Cuestión Agraria y Agroalimentaria, Políticas Públicas y Soberanía Alimentaria, Agroecología Política, Subjetividades, Historia del Pensamiento.