Expreso
Delgados pepinos penden de una hilera de ramas y hojas semisecas. Son el rezago de la cosecha de 700 docenas que Vinicio Balseca logró sacar al mercado el miércoles pasado. «Con las justas», dice.
El frío que afecta a las plantaciones agrícolas de él y otros 25 productores de la represa Velasco Ibarra de Santa Elena ha resecado a los cultivos de pepino, sandía y melón. En el lugar, ubicado a pocos metros del mar, la temperatura ha llegado a bajar hasta los 15 grados en los últimos días. Eso, cuenta Vinicio, ha provocado una proliferación de plagas como la mosca blanca y el minador que ahora están amenazando nuevos sembríos del vegetal que siembra.
Con tino, revuelve las plantas de pepino para enseñar cómo pequeños patógenos empiezan a carcomer las hojas, aun cuando se ha visto obligado a utilizar más fungicidas para atacarlos.
«Más o menos he estado invirtiendo hasta un 30 por ciento más en plaguicidas. Pero eso está encareciendo los costos de producción que en el caso del pepino está en 2.800 o 3.000 dólares por hectárea».
El sol por estos días es ingrato. Tampoco ha aparecido en la finca de don José Jiménez, que queda a unos 100 metros del lugar. Este año ha empezado a cosechar enfrentando el mal clima, pero con la esperanza de ganarse hasta $ 1 más por la venta de cada fruta, debido a la escasez que, por esta época, se genera en el mercado.
De esa forma, dice, espera compensar los altos costos de producción que a él también le ha tocado invertir en sus 10 hectáreas de cultivos. En el caso del melón ha inyectado hasta $ 4.000 por hectárea, cuando lo normal es $ 2.500; en sandía, su inversión subió de $ 3.200 a $ 4.000 por hectárea.
En el lugar cinco trabajadores se encargan de recolectar la fruta que tendrá como destino, Guayaquil. Forrados con abrigos, pantalones y mantas se introducen en la camada de frutas para despachar hasta 1.500 sandías por día.
Fátima Zambrano, quien inspecciona la labor, menciona que no ha sido fácil. La menuda mujer indica que han tenido que «fortalecer y alimentar con mayor potasio a las plantas» para mermar los efectos de la poca luminosidad que disminuye el grado brix (dulce) del fruto.
Fátima y otros agricultores desconocen por qué el frío de este año ha sido más fuerte. Sin embargo, se niegan a aceptar que las temperaturas, influenciadas por la Corriente de Humboldt, podrían bajar más en agosto y septiembre, tal como lo ha pronosticado el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi).
UNA ALTERNATIVA. Los campesinos de la zona saben que el frío aún no los ha obligado a «cruzar los brazos». En la represa también se observan decenas de trabajadores que arriban desde la comuna San Rafael para dedicar sus días a otro tipo de faenas.
Cuando el melón o sandía dejan de sembrarse, por fenómenos climáticos, los productores conocen que otras alternativas de siembra son el tomate y la cebolla. «No podemos paralizarnos ni tampoco despedir gente porque no podemos seguir sembrando. Eso daría mucha pena», asegura Vinicio quien ha apostado por reemplazar la sandía por la cebolla.
Se arriesga, anota, porque la rentabilidad que tendría su producción es incierta. Primero deberá depender de los precios que tendrá el vegetal, cuando en dos meses más, su producción esté en el mercado. Luego le tocará calcular si lo facturado compensará el alto gasto de contratación de personal. «Para este tipo de cultivo tenemos que contratar el doble de personal y pagar por metro sembrado. No sabemos aún si estamos trabajando a pérdida».
Mario Lapo, ingeniero agrónomo y técnico de algunos finqueros del sector, conoce de cerca las pérdidas económicas que han tenido los agricultores de Santa Elena que, como escape a una crisis, tienden a sembrar otro tipo de alimentos.
Eso se debe, explica, a que en el país no existe información suficiente para que el agricultor conozca sobre la demanda del vegetal o fruta que hay en el mercado. Lapo señala que en eso deberían trabajar las autoridades del Ministerio de Agricultura. En otras naciones como Chile o Colombia, el productor conoce de primera mano «cuánto hectareaje de siembra, en ese momento, de sandía existe. Incluso tiene referencia de lo que pasa en otros países y eso les ayuda a competir. Imagínese que se diga que hay demasiada cebolla en la frontera, entonces los campesinos ni locos van a sembrar «, indica Lapo.
Pero mientras esos cambios no se den, Vinicio señala que le tocará seguir cultivando «a ciegas». A la espera de que el clima no se vuelva inclemente con él o que los precios del mercado puedan ayudar a mermar sus pérdidas.
Lisbeth Zumba R. zumbal@granasa.com.ec – Guayaquil