Mercurio
Ecuador mantiene desde hace un lustro una de las tasas más altas de crecimiento económico en América Latina gracias a unas políticas públicas centradas en las personas y no en el capital, dijo ayer a EFE en una entrevista en Ginebra el secretario nacional de Planificación y Desarrollo, Fander Falconí.
Falconí destacó también la decisión de hacer todo lo contrario de lo que dicta el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial.
En un evento paralelo a la 22 sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Falconí explicó la experiencia de su país a la hora de integrar los derechos humanos en el sistema de planificación.
El dirigente declaró que el éxito macroeconómico de Ecuador, que ha crecido entre 2007 y 2012 a una tasa media del 4,5 % (frente a la media latinoamericana del 3,5 %), ha sido «haber afrontado de manera contracíclica los embates de la recesión internacional».
«Y lo hemos logrado haciendo todo lo contrario de lo que manda el manual ortodoxo, que son privatizaciones, contenciones de la demandas, reducción de servidores públicos, despidos masivos, que como en el caso de Grecia crean una situación explosiva desde el punto de vista social», señaló el ministro ecuatoriano.
Frente a eso, la apuesta política del Gobierno de Rafael Correa, reelegido el mes pasado en la primera vuelta con un 57 % de los votos, pasa por la inversión pública como elemento central en el desarrollo de las capacidades humanas y la observación de los derechos humanos.
Según Falconí, Ecuador es el país de América Latina que dedica un mayor promedio de gasto de capital en relación con el PIB (8,35 %), mientras que la inversión pública promedio está en el 16 %.
«Afirmación perversa»
Fander Falconí rechazó que la buena salud económica actual de Ecuador y otros países latinoamericanos tenga que ver con las políticas de contención del déficit, privatizaciones y recortes sociales de las décadas de 1980 y 1990.
«Es una afirmación bien perversa», dijo Falconí, quien recordó que «la forma como se constituyó el neoliberalismo fue a sangre y fuego con regímenes dictatoriales como el Chile de Pinochet, que es donde surge el modelo neoliberal en América Latina».
Esos modelos, señaló, trajeron déficit de gobernabilidad, inestabilidad social a causa de «políticas explosivas» y, en última instancia, variables macroeconómicas poco robustas y un gran retroceso en términos de igualdad y equidad social.
Falconí ve un paralelismo con la Europa de hoy, donde se opta por «políticas fracasadas», pero va más allá y advierte de que en esta ocasión «estamos ante una crisis de mayor calado, ante algo más que una crisis económica; es una crisis de civilización».
Según explicó, esta crisis «incorpora elementos financieros, económicos, sociales, culturales, de valores, energéticos y alimentarios; una crisis que ha dejado de lado lo real, como el cambio climático causado por el desmedido consumo de energía».
Y en ese marco de crisis de civilización, argumentó Falconí, «hay un detonante que es la primacía del capital sobre el ser humano, en un sistema orientado hacia la protección del capital».