AMÉRICA LATINA EN MOVIMIENTO
Silvia Ribeiro.Nuevas evidencias científicas de investigadores en Francia muestran que el maíz transgénico produce cáncer en ratas, mientras que el glifosato, el herbicida más usado en los transgénicos, es causante de deformaciones en fetos humanos, según estudios realizados por el doctor Andrés Carrasco y científicos en Argentina.
Aunque informes sobre el glifosato y estudios anteriores sobre transgénicos mostraban evidencias de problemas serios a la salud y al ambiente, el gobierno mexicano autorizó en 2012 más de mil 800 hectáreas de plantaciones a campo abierto de maíz manipulado genéticamente, la mayoría con el mismo gen de Monsanto (603) que provocó cáncer en ratas en los experimentos franceses.
Varios científicos que funcionan como cobertura de la industria de los transgénicos –vinculados o financiados directa o indirectamente por ésta– atacan los estudios del CRIIGEN, señalando supuestas inconsistencias, como que también el grupo de control desarrolló tumores. Pero esto es lógico, porque se usaron ratas que tienen tendencia a expresar tumores y nunca se permite que vivan tanto tiempo. El dato significativo es la enorme diferencia de porcentajes. Además de tumores, los grupos de ratas expuestas a transgénicos y glifosato presentaron problemas serios renales y en el hígado.
El gobierno francés, frente a los resultados de los experimentos, decidió abrir un periodo de verificación de los estudios. De confirmarse su toxicidad podrían definir que se prohibiera cualquier importación y su uso incluso como forraje. Plantar maíz transgénico no está permitido en ese país, justamente por estudios anteriores sobre la posible toxicidad e impactos ambientales del maíz NK603 y Mon810 de Monsanto. En lugar del apuro con que algunos biotecnólogos –incluso en México– tratan de defenestrar los experimentos, la actitud coherente y responsable sería verificar este estudio y realizar otros, ya que los transgénicos que están en el mercado se aprobaron basados casi al 100 por ciento en datos entregados por las propias empresas que los venden.
Siendo México centro de origen del maíz y además el país con mayor consumo humano de maíz en el mundo, lo lógico sería que primara el principio de precaución estrictamente, tanto por los riesgos a la salud humana como por los impactos sobre la biodiversidad y los múltiples significados que el maíz tiene en México para sus culturas y su población.
Sin embargo, pese a que la comisión de bioseguridad en México (CIBIOGEM) ha recibido numerosos, extensos y sólidos argumentos científicos y técnicos para no permitir la siembra –ni experimental, ni piloto y mucho menos comercial– de maíz transgénico, los ha ignorado todos intencionalmente, colocando en riesgo los intereses de la población para favorecer exclusivamente los de Monsanto, la trasnacional que controla más de 85 por ciento de las semillas transgénicas en el mundo.
El acuerdo para asegurarle a Monsanto sus intereses contra la población de México y contra su principal patrimonio genético alimentario, lo aseguró Bruno Ferrari, actualmente secretario de Economía, pero antes funcionario de Monsanto. En 2009, Ferrari, entonces director de ProMéxico, concertó una reunión entre Felipe Calderón y el director ejecutivo de Monsanto, en el Foro Económico Mundial de Davos. Volviendo de esa reunión, el gobierno anunció que rompería la moratoria que existía desde 1999 contra la plantación de maíz transgénico, aunque ninguna de las razones que los expertos expusieron para fundamentar y decretar la moratoria hubiesen cambiado. Al contrario, con el paso de los años, empeoraron las condicionantes de riesgo que fundamentaron la moratoria contra la siembra de maíz transgénico en 1999.
Los transgénicos usan muchos más tóxicos y producen menos que las semillas híbridas, además de la multitud de riesgos e impactos a la salud y al ambiente que crecen todo el tiempo, ya que las plantas se vuelven resistentes y hay que usar compuestos cada vez más tóxicos.
Hay 10 mil años de trabajo campesino y décadas de investigación agrícola pública en semillas no transgénicas que enorgullecen y sobradamente bastan para cubrir las necesidades de toda la población en México. Permitir la liberación de transgénicos en el país es un acto de extrema irresponsabilidad y un crimen histórico.